viernes, 18 de diciembre de 2009

Italia

Partimos por la mañana de Mónaco, por la tarde llegamos a la "bella" Italia. Los vehículos avanzaban a paso de tortuga. Las motocicletas y ciclomotores zigzagueaban entre los automóviles con unos conductores aparentemente temerarios. Devoré con la mirada las encantadoras tiendecitas, la tabaccheria con sus expositores de periódicos, bloqueando la entrada, la farmacia con su cruz de neón verde, la carnicería con toda clase de embutidos en el escaparate, y, como es natural, las pequeñas terrazas de los cafés con todas las mesas ocupadas, por personas que parecían conformarse con sentarse a leer la prensa, chismorrear y beber expresos durante horas.

Italia es el país de los tiempos antiguos y modernos, de la pintura y de la escultura, de la arquitectura, del diseño moderno, de la ópera y de las canciones de amor. Es el país del ruído y del silencio, de los coches rápidos y del caos del tráfico, de la moda, del fútbol y de la televisión privada. Italia, el país de los gobiernos que van y vienen, el centro de la iglesia católica y la cuna del eurocomunismo, el país de Don Camillo y Peppone, del "todo es posible," de las amistades y del amiguismo, de la revolución y del conformismo, de los individualistas y de los patriotas, el país de la comunicación.

Conviene señalar que el aspecto es muy importante para los italianos, sobre todo para los italianos del norte. Su atuendo, sus gafas, su corte de cabello, todo tiene que encajar perfectamente para no llamar la atención. Los hábitos y las costumbres también son muy importantes. Nuca pida un capuccino después de las diez y media de la mañana, en cambio un espresso se puede pedir a cualquier hora del día.

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